lunes, 5 de diciembre de 2011

¿Muerte a los gestores de proyectos?

No era mi intención dejar pasar tanto tiempo para publicar esta segunda parte, pero han sido dos semanas ajetreadas entre pitos y flautas.

Continúo pues con la estresante existencia de los gestores de proyectos. Hoy ha sido el típico día para tirarse de los pelos hasta quedarse calvo, pero no adelantaré acontencimientos.

Antes que nada, no esperaba recibir tantos comentarios de comprensión en la primera parte, ¡gracias a todos!

En la anterior entrada me quedé por el principio del proyecto, una vez el gestor ha encontrado traductores y revisores y tiene todo ya planeado y encajado para que vaya como la seda. Así ocurre algunas veces, pero puede pasar como hoy, por ejemplo, que el traductor ha encontrado en el documento texto en otro idioma distinto al de origen. Como os podéis imaginar, esto conlleva tener que dirigirse al cliente a ver qué pretende hacer con esa parte, si la quiere traducida o no. Si dice que no, bien, pero si dice que sí, entonces ponte a buscar de nuevo traductores de todas las combinaciones pertinentes para ese fragmento. Pero lo peor no es eso: lo peor es tener que modificar todas las órdenes de compra (PO) que ya había hechas, restar las palabras del fragmento y hacer otras nuevas tanto para los traductores iniciales como para los del nuevo fragmento, y enviarlas una a una dando explicaciones.

Podría contar mil y un contratiempos como este, pero la entrada se extendería eternamente, así que paso a comentar la odisea1 de los encargos que necesitan maquetación.

Imaginemos que recibimos un archivo PDF con imágenes, tablas, texto de distintos colores y tamaños, etc. Lo normal es que el cliente nos envíe los archivos de InDesign, nosotros los enviamos al departamento de maquetación (o DTP) para que de ahí saquen el texto traducible y lo conviertan a un archivo de la herramienta TAO que se vaya a utilizar. Una vez que tenemos ese archivo, comienza el proceso que ya comenté en la entrada anterior, y, cuando la etapa de traducción termina, comienza la aventura: enviar el archivo traducido de vuelta a DTP para que lo transforme en un PDF indéntico al que nos envió el cliente. Muchas veces tenemos que buscar estos servicios externamente por las horas de trabajo que conlleva, en cuyo caso hay que subir todos los archivos a un FTP porque enviarlos por e-mail es imposible, obviamente. Esto ya supone algunos problemas: les dices que cuando hayan acabado suban los archivos a la carpeta X del FTP, y cuando supuestamente han acabado y lo miras, no están, o faltan algunos, etc.

Después de eso, hace falta que un «lingüista» de la lengua de destino, a ser posible alguno de los que han participado en el proceso de traducción, revise el nuevo PDF fijándose en que no haya errores y que el formato se corresponda exactamente con el original. Pues esto que parece tan sencillo suele acabar en más de cinco idas y vueltas, me explico: el lingüista ve que falta una coma por aquí, que sobra un punto por allá, que una palabra se sale de un recuadro, que hay una falta de ortografía, etc. Bien, se envía de nuevo a DTP para que lo arreglen y después se vuelve a enviar al lingüista. El lingüista revisa que sus cambios se han implementado, pero ve que al arreglar una cosa, han puesto otra mal, o que uno de los cambios no se ha implementado, etc. Se vuelve  enviar a DTP. Y así un círculo casi vicioso al que a veces cuesta ponerle fin. Una vez conseguido, se entrega al cliente, que obviamente lo revisará también, y, las cosas como son, siempre tendrá algo que decir, con lo cual vuelve a comenzar otro círculo hasta que todos quedan contentos, y, como podéis imaginar, eso lleva tiempo.

Para los cursos en línea se sigue un proceso similar, solo que, en vez de ser un PDF, es eso, un curso en una página web con sus diferentes pantallas, enlaces, vídeos e imágenes, y es un poco más aparatoso hacer cambios, pero acaba habiendo también varias idas y vueltas.

Por último, no solo los gestores o los traductores y maquetadores se pueden equivocar, claro está. La última «liada parda» que nos ha ocurrido ha sido por el comercial o gerente de ventas: se trataba de un proyecto voluminoso (que a un traductor le llevaría más de una semana) a varias lenguas. Por no dar datos específicos, pondré otros ejemplos. Digamos que una de esas lenguas era el alemán. Bien, pues cuando entregamos, nos pregunta el comercial que si hemos traducido al alemán de Suiza. Tensión en el ambiente. Pues no, no habíamos traducido al de Suiza sino al de Alemania porque él mismo había utilizado el código de idioma erróneo al enviarnos el encargo. Para más inri, el cliente quería la traducción para ya, así que ya os podéis imaginar.

En fin, estas cosas pasan y forman parte del día a día de un gestor, lo cual puede llegar a ser muy estresante.

Y con esta entrada termina el cursillo intensivo del trabajo de un gestor y sus problemas. Tengo otras cosas de las que hablar (por ejemplo, el máster), pero puede que en cada nueva entrada me dé por hacer una minisección comentando en un par de frases la «liada parda» del día o de la semana, es una idea que tengo que madurar :P.


Notas:
1. Me gusta exagerar un poco de vez en cuando.

martes, 15 de noviembre de 2011

¡Muerte a los gestores de proyectos!

Y es que por lo general no son somos muy queridos, así que hoy hablaré desde el lado de «los malos».

Todos hemos oído hablar de esa figura que le amarga la vida al traductor dándole una fecha de entrega muy ajustada, que le paga poco o le pide descuentos y que luego, aún encima, se queja si la calidad de la traducción no es buena. Por si fuera poco, le envía ofertas de trabajo para luego, cuando el traductor confirma su disponibilidad, decirle que ya es demasiado tarde y que se va a encargar otra persona. ¡Qué poca vergüenza!

De acuerdo. En primer lugar, me gustaría explicar brevemente las tareas de un gestor de proyectos. Probablemente muchos las conozcáis, pero, si os soy sincera, yo no tenía mucha idea de este trabajo al acabar la carrera porque no siempre nos informan tan bien como nos gustaría. Ahora, gracias a las prácticas que estoy haciendo, lo conozco de primera mano y por ello me dispongo a comentar las cosas desde otro punto de vista.

El gestor de proyectos es el que da la cara ante los traductores y el responsable de cualquier error a ojos del cliente, de modo que su principal tarea consiste en hacer malabares. Sí, sí, malabares. Le dan cierto encargo de X palabras, fecha de entrega que hay que intentar cumplir a toda costa y presupuesto que más vale no sobrepasar. Puede parecer algo sencillo de buenas a primeras, pero lo cierto es que acaba dando quebraderos de cabeza importantes, sobre todo cuando es, por ejemplo, un encargo multilingüe a 10 idiomas. Una vez recibido el encargo, el gestor ha de realizar la segunda tarea más importante: gestionar. Gestionar significa varias cosas: calcular qué parte del presupuesto se asignará a cada fase del proceso de traducción, las fechas de entrega de cada una de ellas, revisión y preparación de archivos, glosarios, memorias de traducción, guías de estilo…

Cuando ya tiene todo preparado, el gestor se dedica a seleccionar traductores y revisores con un perfil adecuado para el encargo según la especialidad, experiencia previa, herramientas de trabajo, referencias positivas de encargos anteriores, tarifa, etc. y se pone en contacto con ellos. Aquí es cuando se complica el asunto, porque pueden pasar varias cosas:
a) Que no haya presupuesto suficiente para pagar la tarifa del traductor más apropiado.
b) Que el traductor te conteste que cobra más porque cuando se registró en la base de datos dio una tarifa al tuntún y ahora no le parece suficiente o porque ha decidido subirla sin avisar a la agencia para que actualice sus datos.
c) Que directamente no haya traductor apropiado (por ejemplo, para una traducción de un documento científico del Thai al alemán de Suiza).
d) Que te hayan encargado una traducción a un idioma de un país más allá de GMT+6, lo que implica la pérdida de un día porque no te van a contestar hasta sus horas de oficina.

(Las posibles soluciones, en futuras entregas).

Una vez superado el primer paso de colocar el encargo, no todo es hacer carreras de sillas con ruedas por la oficina, no. El gestor no se puede permitir el lujo de decir «uf, ya está» e irse de rositas porque en el momento menos esperado recibirá un correo del traductor diciendo que no puede abrir el archivo o que se acaba de quemar la mano y no podrá hacerse cargo del proyecto (verídico), o un correo del gerente de ventas diciendo que el cliente ha decidido hacer una modificación en el documento, u otro correo del gerente que le pasó un proyecto hace dos meses y viene preguntando dudas por parte del cliente de por qué se ha traducido esto así o asá.

Como veo que me estoy extendiendo más de lo previsto y que es un tema que da para rato, seguiré con esto en la próxima entrada y comentaré qué pasa cuando un encargo necesita maquetación, qué pasa cuando un traductor entrega tarde o devuelve una traducción o revisión de calidad dudosa, etc.

Solo de releer esto que he escrito, me he estresado. Si a vosotros también os pasa, ¡así os hacéis una idea de lo que es!

Y que conste que esto lo escribo desde el cariño y como traductora, pero también es necesario entender a los gestores de proyectos, aunque sea solo un poquito.

Lo dicho, más en la próxima entrada.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Especializarse o no especializarse, esa es la cuestión

 Hace unos días leí un artículo de María Ferrer titulado "La actividad del traductor autónomo" (2005), en el cual se hace un breve resumen de todo lo que conlleva esta profesión: saber venderse, aspectos fiscales, organización de la cartera de clientes y la cuestión de especializarse o no, entre otros aspectos.

Escribe la autora que el traductor freelance puede especializarse o no, que probablemente a lo largo de su carrera profesional se irá centrando en un tipo de traducción u otro, pero que lo normal es que acepte encargos de distinta naturaleza (y sobre todo al principio).

Esto quizás podría ser así hace unos años cuando el ámbito de la traducción no estaba tan en auge, o en un mundo utópico donde nos lluevan los encargos, pero lo cierto es que no hay más que fijarse, por ejemplo, en los formularios de las agencias para colaboraciones con traductores autónomos: prácticamente todos incluyen un campo (además muchas veces obligatorio) para mencionar la especialidad. Si no mencionas ninguna o simplemente aquello de "general", lo más probable es que no te ofrezcan ningún encargo. Y, pensémoslo, es lógico que si tienen una base de datos con tropecientosmil traductores especializados y no especializados, recurran antes a los primeros para cualquier encargo que se salga mínimamente de lo general.

En cuanto a clientes directos, al ser normalmente el propio traductor el que los busca, ya se dirige a aquellos del sector que le interesa, pero para eso hay que tener claro a qué clientes dirigirse para poder ofrecerle servicios especializados que le puedan ser de utilidad.

Por otro lado, como traductor especializado se puede aplicar una tarifa algo más elevada que para traducciones generales, dado que son encargos que conllevan más dificultad.

En definitiva, la especialización parece necesaria hoy en día si queremos vivir de la traducción.

Y vosotros, ¿qué pensáis? Todo esto solo son opiniones mías, así que animo a todo el que quiera a dejar sus comentarios y contarnos su experiencia al respecto.

Hasta la próxima.

Actualización: en Proz Wiki hay un artículo precisamente sobre esto ;) http://wiki.proz.com/wiki/index.php/Specializing

martes, 8 de noviembre de 2011

New blog on the block

Pues aquí me hallo, delante de la pantalla escribiendo el primer post de este blog. Supongo que lo más lógico y menos original es que me presente, y, como a mí cuando leo blogs me gusta saber quién los escribe (una, que tiene alma de maruja), pues allá va: me llamo Almudena, soy recién licenciada en Traducción e Interpretación por la Universidad de Málaga (aunque vengo del Nueva York de la Mancha) y ahora mismo resido en Barcelona, donde compagino unas prácticas como gestora de proyectos (de esto cae un post seguro) con el máster online de Traducción Médico-Sanitaria de la Universitat Jaume I.

Con el tiempo ya iré hablando sobre todas estas cosas, pero ahora os quería explicar por qué he creado este blog. Hoy en día hay infinitos blogs de traducción y es bastante complicado innovar, pero la mayoría de los que sigo están escritos o bien por traductores e intérpretes ya profesionales con cierta (o mucha) experiencia, o bien por estudiantes de la carrera de TeI. Yo me encuentro en un punto intermedio, en ese punto donde tienes pegado en la frente un signo de interrogación más grande que tú, donde incertidumbre es la palabra que domina tu vida. Vale, a lo mejor exagero un poco, pero vosotros me entendéis, muchos ya habéis pasado por ello. Por esta razón, mi intención es que este blog sirva para aportar nuevos puntos de vista sobre esta profesión y todo lo que la rodea, y, por supuesto, para compartir mis experiencias, éxitos y fracasos (de todo tiene que haber en la viña del señor).

La idea de crear el blog no es que haya surgido hoy, lo cierto es que lo llevo pensando ya unos meses, pero parece ser que ahora es el momento adecuado. Supongo que se debe a esta nueva etapa «profesional» (aunque siga estudiando), el caso es que me invade una sensación de emprendimiento que me ha impulsado a ello y espero que no se desvanezca, no me gustaría entrar en la dinámica (o, más bien, estática) de no actualizar con cierta regularidad.

Ahora, la explicación del título: a pesar de que a todo buen traductor o intérprete se le supone la riqueza de vocabulario y la capacidad de encontrar las palabras adecuadas, cuando tuve que pensar uno no muy repetido para el blog me quedé en blanco. Lo sé, qué poca creatividad, pero es todo lo que ha dado de sí mi imaginación… Quizá si algún día se me ocurre algo con más chispa, lo cambiaré. Pero, ¡espero no quedarme sin palabras que escribir aquí!

En fin, me dejo ya de retahílas filosóficas y existenciales. Espero que nos veamos pronto por aquí.

P.D.: gracias a este post me he dado cuenta de que me gustan demasiado los incisos, intentaré ir reduciéndolos progresivamente.