Todos hemos oído hablar de esa figura que le amarga la vida
al traductor dándole una fecha de entrega muy ajustada, que le paga poco o le
pide descuentos y que luego, aún encima, se queja si la calidad de la traducción
no es buena. Por si fuera poco, le envía ofertas de trabajo para luego, cuando el
traductor confirma su disponibilidad, decirle que ya es demasiado tarde y que
se va a encargar otra persona. ¡Qué poca vergüenza!
El gestor de proyectos es el que da la cara ante los
traductores y el responsable de cualquier error a ojos del cliente, de modo que
su principal tarea consiste en hacer malabares. Sí, sí, malabares. Le dan
cierto encargo de X palabras, fecha de entrega que hay que intentar cumplir a
toda costa y presupuesto que más vale no sobrepasar. Puede parecer algo
sencillo de buenas a primeras, pero lo cierto es que acaba dando quebraderos de
cabeza importantes, sobre todo cuando es, por ejemplo, un encargo multilingüe a
10 idiomas. Una vez recibido el encargo, el gestor ha de realizar la segunda
tarea más importante: gestionar. Gestionar
significa varias cosas: calcular qué parte del presupuesto se asignará a cada
fase del proceso de traducción, las fechas de entrega de cada una de ellas, revisión
y preparación de archivos, glosarios, memorias de traducción, guías de estilo…
Cuando ya tiene todo preparado, el gestor se dedica a
seleccionar traductores y revisores con un perfil adecuado para el encargo según
la especialidad, experiencia previa, herramientas de trabajo, referencias
positivas de encargos anteriores, tarifa, etc. y se pone en contacto con ellos.
Aquí es cuando se complica el asunto, porque pueden pasar varias cosas:
a) Que no haya presupuesto suficiente para pagar la tarifa
del traductor más apropiado.
b) Que el traductor te conteste que cobra más porque cuando
se registró en la base de datos dio una tarifa al tuntún y ahora no le parece
suficiente o porque ha decidido subirla sin avisar a la agencia para que actualice
sus datos.
c) Que directamente no haya traductor apropiado (por
ejemplo, para una traducción de un documento científico del Thai al alemán de
Suiza).
d) Que te hayan encargado una traducción a un idioma de un
país más allá de GMT+6, lo que implica la pérdida de un día porque no te van a
contestar hasta sus horas de oficina.
(Las posibles soluciones, en futuras entregas).
Una vez superado el primer paso de colocar el encargo, no
todo es hacer carreras de sillas con ruedas por la oficina, no. El gestor no se
puede permitir el lujo de decir «uf, ya está» e irse de rositas porque en el
momento menos esperado recibirá un correo del traductor diciendo que no puede
abrir el archivo o que se acaba de quemar la mano y no podrá hacerse cargo del
proyecto (verídico), o un correo del gerente de ventas diciendo que el cliente
ha decidido hacer una modificación en el documento, u otro correo del gerente
que le pasó un proyecto hace dos meses y viene preguntando dudas por parte del
cliente de por qué se ha traducido esto así o asá.
Como veo que me estoy extendiendo más de lo previsto y que
es un tema que da para rato, seguiré con esto en la próxima entrada y comentaré
qué pasa cuando un encargo necesita maquetación, qué pasa cuando un traductor
entrega tarde o devuelve una traducción o revisión de calidad dudosa, etc.
Solo de releer esto que he escrito, me he estresado. Si a
vosotros también os pasa, ¡así os hacéis una idea de lo que es!
Y que conste que esto lo escribo desde el cariño y como
traductora, pero también es necesario entender a los gestores de proyectos,
aunque sea solo un poquito.
Lo dicho, más en la próxima entrada.